La hepatitis autoinmune es una enfermedad inflamatoria crónica que se caracteriza por elevación de las transaminasas, hipergammaglobulinemia y presencia de autoanticuerpos. El diagnóstico se realiza mediante criterios bioquímicos, serológicos e histológicos. El objetivo del tratamiento es evitar la progresión a cirrosis y sus complicaciones. En el tratamiento se administran corticoides e inmunosupresores.